Desde mi ventana, desde los árboles, en el aire, entre las matas, siento la brisa mecer.
Vuelo, siento las alas y no paro de llorar, porque por fín, te vuelvo a ver, porque por fín me vuelvo a reconocer.
Silencio. Noche. Serenidad. Los latidos de mi corazón me recuerdan, una vez más, que hay algo sagrado dentro de mí, y que hoy me he alzado en su defensa.
Hoy he recuperado mi ser y siento una gran pequeñez, humildad y agradecimiento a Dios. Hoy vuelvo a tener fe.
He estado en el desierto, árido, tórrido lejano y seco. Descubrí sus mil colores, su vida y aliento. Hoy Dios ha tocado mi corazón y con su mano me ha devuelto a donde pertenezco.
No sé lo que me depara el destino, y esa sensación de libro en blanco me llena de energía, porque mi espíritu es aventurero: amo, lloro y río, vivo y creo.
Perdonad por el daño que os he hecho.
Gracias por el apoyo que me habéis dado.
Estad conmigo en lo venidero, porque sois verdaderamente, lo que más amo.